HARA
EL MISTERIO DE LA PROFUNDIDAD DEL SER
Hace mucho tiempo cuando empecé a estudiar Shiatsu (método de tratamiento japonés), concretamente el Zen Shiatsu, nos enseñaron que había una zona de nuestro cuerpo donde se refleja la energía de los meridianos y que para los japoneses es un lugar muy especial, puesto que representa la zona donde se concentra la energía del ser. A esta zona se le llama Hara, que podríamos definir como centro o fuente de nuestra energía vital (Ki).
En China a esta zona se le denomina Dan Tian y es el lugar donde se concentra nuestra energía y que en Qigong y Taichi se trabaja profundamente y se localiza en la zona abdominal alrededor del ombligo.
En la labor terapéutica del Shiatsu Zen la escucha del Hara es primordial. Recuerdo la experiencia los primeros años de estudiante de esta práctica, cuando en posición seiza (de rodillas) nos poníamos al lado de la persona a la que íbamos a dar el tratamiento. En ese instante, se establecía un momento de silencio, en que lo fundamental era que nosotros como terapeutas aprendiéramos a conectar con nuestro Hara, nuestro centro. Era un momento íntimo con nosotros mismos de observar como estaba nuestra energía antes de entrar en contacto con la otra persona. Pasados unos instantes y como si de una meditación se tratase, colocábamos suavemente nuestra mano sobre el Hara del receptor de forma muy respetuosa y pidiendo permiso. Y escuchábamos profundamente cómo estaba su Hara.
La experiencia transformadora del Hara

Conectando con el Hara
Esta experiencia es inmensamente profunda, hasta tal punto que es transformadora puesto que entramos en conexión con el misterio profundo del ser. Pero no es un misterio que no se desvela, todo lo contrario, el Ser se revela, se ilumina y se muestra en su estado más presente e inmediato. Hablando sin hablar, nos dice cómo se encuentra, su tensión, su movimiento, su ritmo, su temperatura, sus miedos, su debilidad o su fuerza. Y vemos en nosotros mismos la confianza que tenemos en la vida, nuestra relación con nosotros y con nuestro entorno.
Conectar con el centro del ser, amplía la conciencia en todos los aspectos de nuestra vida, a vivirla profundamente y a conocer lo que realimente necesitamos. Desarrollando la intuición y el instinto ancestral.
En relación con la persona que tenemos al lado, se establece el reconocimiento de su propio Ser y permitimos que se exprese acogiéndolo con respeto. En esos instantes la comunicación entre el terapeuta y el receptor se produce como una música acompasada, y el tratamiento se convierte en una sutil danza donde el receptor reestablece la conexión profunda consigo mismo y reequilibra sus flujos energéticos. Mientras el terapeuta lo acompaña en contacto permanente con su propio Hara.
Vivir la vida desde el Hara es aprender a moverse y expresarse desde el centro de uno mismo. Se convierte en un lugar donde acudimos en meditación cuando se producen nuestros bloqueos y déficits e incluso cuando estamos en exceso de energía. Cultivar el Hara es experimentar el equilibrio, un equilibrio que por su fragilidad es necesaria la constancia y la conciencia.
Un pequeña práctica
Ahora os quiero animar a que probéis por vosotros mismos a colocar vuestras manos en vuestro Hara, a escucharlo, a permitirle que os hable mientras respiráis tranquilamente, llevando la respiración a esa zona. Podéis realizarlo unos cinco o diez minutos para empezar y observad los cambios en vuestro cuerpo, en vuestra respiración y en vuestra mente.
Si realizáis esta práctica asiduamente entraréis a desvelar el misterio de la profundidad del ser, y vuestro cuerpo recibirá la luz de vuestra bella energía.
Artículo realizado por Àngel Rubí.
Profesor de Qigong y Taichi. Terapeuta de Shiatsu
https://angelqigong.wixsite.com/angelrubi