El maestro le insistía al discípulo una y otra vez sobre la necesidad de cultivar la quietud de la mente. Le decía: -Deja que tu mente se remanse, se tranquilice, se sosiegue. -Pero ¿qué más? -preguntaba impaciente el discípulo. -De momento, sólo eso -aseguraba el maestro. Y cada día exhortaba al discípulo a que se …