Hace años, inicié mi etapa como terapeuta a través del Reiki y luego poco más tarde a través del Shiatsu. Desde niño había tenido la sensación de que a través de las manos se podía localizar y percibir el dolor físico de la otra persona y como al mantener las manos en contacto con la zona donde hay dolor, se producía calma.
Esta forma de cuidarnos y de curarnos, de hecho, es ancestral. De forma instintiva nos llevamos las manos a la zona que nos duele y nos calma, o cuando nuestra madre nos ponía su mano en la frente cuando teníamos fiebre y sentíamos alivio.
Grandes maestros del Shiatsu como los doctores Namikoshi, Masunaga y Kishi desarrollaron un método de Shiatsu basado en sus conocimientos teóricos, pero también en su propia experiencia personal y en las relaciones terapéuticas que establecían con las personas que recibían el tratamiento.
«La resonancia es el Qi,
es la resonancia de la vida»
Akinobu Kishi
Podemos adquirir muchos conocimientos teóricos, pero el verdadero contacto, se produce cuando somos capaces de relacionarnos con el dolor de la otra persona sin emitir juicios, permitiendo que la persona y su dolor se expresen de forma natural y libre. En este sentido nosotros sólo acompañamos, pero establecemos al mismo tiempo una relación de confianza, donde la persona se siente comprendida y acogida, sin casi decir demasiado, porque de lo que se trata es de observar y escuchar, permitiendo que las manos por sí solas acudan donde se necesita.
Muchas veces podemos crear el pensamiento de que somos nosotros, como terapeutas, los que curamos a las personas con nuestros conocimientos, pero verdaderamente es la otra persona la que inicia su propio proceso de sanación cuando va al encuentro de sí misma, a una comprensión de cómo se mueve y se expresa su Qi, de cómo siente y vive su proceso de dolor y si éste tiene que ver en cómo se relaciona consigo misma y con la vida.
Es a partir de esta comprensión, que la persona puede iniciar el camino de responsabilizarse de sí misma. Este es el acompañamiento que podemos realizar con nuestras manos, con todo nuestro ser. Acompañar en el camino de la sanación es pues escuchar a través de nuestras manos, sin juicio, con respeto y con sabiduría. Colocar nuestras manos suavemente dando libertad a la resonancia del Qi.
Artículo por: Àngel Rubí. Instructor de Taiji Qigong. Terapeuta de Shiatsu.
Asia Salud, para la divulgación de las artes saludables de Asia.